Jaula y libertad

Agobiamos. Encorsetamos. Terminamos enloqueciendo y aburriendo al personal. Todo está digitalizado, controlado. Los entrenadores no dejamos margen de creatividad al futbolista.

Los entrenadores no dejamos margen de creatividad al futbolista. ¡Tira, pasa, regatea, conduce! Todo está digitalizado, controlado. ¡Bebe agua, no bebas. Estira, elonga! Terminamos enloqueciendo y aburriendo al personal. Decimos setenta frases por minuto. Agobiamos. Los encorsetamos.  Les damos demasiadas indicaciones. No queremos que se distraigan. Estudiamos al rival. Miramos decenas de vídeos. Les decimos a los nuestros dónde tienen el flanco débil. Por dónde atacar, cómo defender. Ensayamos la salida del balón. Mecanizamos movimientos. ¿Cómo aparecen los medios, cuándo deben picar los extremos, adónde se debe situar el delantero en los córner…?
Molowny, El Mangas, acaba de morir a sus 84 años, en Las Palmas, donde jugó, entrenó y residía. No van a encontrar a una persona que hable mal de él. Fue futbolista, entrenador y director técnico de la cantera del Real Madrid. Transmitía paz, humildad, sentido común y coherencia; tenía un halo de normalidad. Palabra en desuso y que tan bien le hace al colectivo del fútbol. Normalidad. Como Del Bosque, su heredero, sin fisuras, sin rimbombancias ni estridencias. 
Priorizaba aspectos de vida sobre técnicas y tácticas. Pero sobre todo les daba libertad a sus dirigidos. Y jugaban y respondían y ganaban y seguían ganando. Fue sin quererlo, sin saberlo, un pionero en la psicología del fútbol.

Posdata: Hace poco en un parque me encontré con una gran jaula. Enseguida me puse a buscar pájaros. Me sorprendió en un rincón un cartelito que rezaba: “Esto no es una jaula vacía, es un pájaro en libertad”.
Es posible que en mi próximo partido les diga a mis futbolistas lo que les decía Molowny: –“ Salgan y jueguen como saben”.
Descanse en paz Don Luis, magisterio y señorío! 


HONOR (Sanchos y Quijotes)

Había una vez un entrenador de fútbol que cansado de pregonar bajó los brazos y dijo: -¡Ya basta! No se puede ser Quijote y luchar con soldaditos de plomo, eso es, de plomo, pues parece que a algunos les pesan las piernas o el culo o la responsabilidad; o no les pesa nada y simplemente así están bien. Muchachos jóvenes, buenos coches, dinero dulce en los bolsillos, lindas mozas, escotes exuberantes, nalgas firmes. Así se vive bien, ¿Para qué más?
Sancho, no baja los brazos y lejos de renunciar se aplica a mejorar, a tratar de buscar soluciones, a trabajar más  y mejor.  Pero sus discípulos, sus futbolistas: ¿están dispuestos a dar la cara, a partirse el pecho por la causa?
Hubo una época en la que soldados y capitanes, entrenadores y jugadores, galopaban cabales e hidalgos por los campos deportivos buscando quién sabe qué hazañas cumplir para contárselas a sus nietos, o simplemente por el honor.
-¿El honor?, Pregunta un futbolista ¿ De dónde sacó usted míster esa palabra? ¿Cómo se escribe? ¿Qué significa?
Un viejo utillero que seguía la conversación desde una esquina del vestuario, murmuró en voz baja:- Siglo XXI, malo, malo. Y solo acabamos de empezar.

TODOS LOS DÍAS: FÚRBOL!!
Contentas nuestras mujeres. Por un par de días que le dábamos un poco de bola, ahora también hay partidos los lunes y viernes: Liga, Copa, Champions, en verano estuvo el Mundial… ¡MARCHANDO UNA DE BRAVAS, UNA CAÑA Y UN DIVORCIO! No nos salva ni el Tío de la Vara.



Valientes & cobardes

Puestos a escoger, todos nos pedimos valientes. Eso es de la boca para afuera, porque es muy probable que a muchos en situaciones “especiales” nos llegue el “canguele”.
En la vida, como en el fútbol, la enterocolitis está a la orden del día. Eso sí, en rueda de prensa, todos somos unos apuestos hidalgos defensores del espectáculo.(Cuasi todos!)
Le pasa al dirigente, presidente, entrenador y jugador. Nadie está exento del quid de la cuestion. Hay pavura. El miedo a perder existe,  está clarísimo que TODOS QUEREMOS GANAR. Pero en fútbol, son contados los equipos que  arriesgan.  Otros, viajan colgados del larguero, especulando e intentando, aunque sea empatar.
Hoy, siglo XXI, tiempo de vértigo para el común de los viajeros, los invito a equivocarse; a no ser tan obedientes; a tomar riesgos.
Conocemos a cobardes que siguen vivos, y a muchos valientes en el cementerio. El Che Guevara , fue quien nos dejó “ prefiero morir de pie que vivir arrodillado”. En fútbol, sería: prefiero morir atacando, que vivir defendiendo. En el equilibrio está la llave. En el sentido común, la respuesta.
Valiente es asumir riesgos; salir al campo de juego con la firme intención de ganar atacando, agrediendo futbolísticamente al eventual contrincante. Uno se queda mejor cuando es así; cuando hizo todo para vencer, cuando no  traiciona sus ideas. Cuando el brasileño Tim dijo:  “El fútbol es como una manta corta, si te tapas la cabeza, te descubres los pies y si te cubres los pies te destapas la cabeza”, dijo una verdad como un templo. Respetando a todos los entrenadores, me subo al carro de los que preferimos el vértigo de mirar en dirección portería rival a morir aplastados por los murciélagos, colgados del propio larguero. Si al final, joaquín Sabina tenía razón:  “Que ser valiente no cueste tan caro, que ser cobarde no valga la pena”.

Correr demasiado

Vivimos deprisa;  si el mundo está loco, imagínense el fútbol. La urgencia es ¡Ya! Aquí y ahora. Traducido y transmitido a los jugadores, la ansiedad y la angustia se presenta en cada partido. El resultado es que por querer gustar (y ganar) y desear hacer todo bien, se termina embarullando hasta a los propios compañeros. Se corre para presionar, se corre para contraatacar, se corre para replegar y hasta se corre con el balón en los pies.
¿Y entonces? Creo que se debe correr bien el campo de fútbol, esto es, pensando. Leyendo el juego. A lo que vienen las preguntas: ¿Jugar y pensar? ¿No es esto muy difícil?
Hay momentos que se hace necesario una pausa en lugar de un acelerón; hay instantes que es necesario un cambio de orientación mediante un pase, que una rápida conducción. Para ello será conveniente estar ordenados, lo contrario es correr como pollo sin cabeza. Claro que es difícil. Claro que no es lo mismo un entrenamiento que un partido de competición. Claro que nos jugamos mucho. Tanto como los otros diecinueve equipos restantes. Pero estamos hablando de pensar, de entender el juego, de saber que Carl Lewis o Ben Jonson por más velocidad que tuviesen no cabrían en este deporte. En física el camino más rápido es la línea recta, en fútbol, quizás un rodeo por banda te acerque antes al objetivo de tres letras, al gol. Correr demasiado no asegura un resultado, correr pensando, tampoco. Pero creo que ése es el camino. Como todavía no encontré la receta seguiré intentando que mis futbolistas adivinen, intuyan, piensen. Que se equivoquen, que busquen soluciones, que corrijan posiciones, que lean el juego. ¿Que corran es bueno?, cómo no; que corran pensando siempre será mejor.

Saber jugar, saber competir

En un circo de Tokio, en la playa de Copacabana, en el patio del colegio, en el potrero de la esquina, te encuentras con verdaderos artistas del balón. Estos magos, hacen maravillas con el esférico en sus pies, muslos, hombros, cuello y cabeza.
En los equipos de fútbol de toda la geografía española, encontramos excelentes peloteros, brillantes en el uno contra uno, fuertes, potentes, hábiles, listos, pero son pocos los que saben competir.
Se habla mucho de sistemas, de tácticas y estrategias, pero poco de la asignatura pendiente.
No hay colegios, ni academias que enseñen a competir, aunque sí una Universidad, la de la calle.
Quizá algún político avezado tenga la brillante idea de crear una nueva y moderna Universidad, adaptada a estos tiempos (en el que el cemento armado nos ha dejado sin “potreros”), en la que se incluya la materia: “Saber competir”. Pondrían a dictar cátedra a  profesores magistrales y  distintos hombres ejemplares de la historia servirían como referentes. Desde el mismísimo Napoleón, Alejandro Magno, Helenio Herrera Luis Aragonés, y hasta el propio Mourinho.  Los objetivos, claro está, se encaminarían a saber/ aprender a sacar partido de cada situación, de cada lance del juego. Sabríamos cuando replegar, cuando presionar, cuando entrar duro, cuando hablar, cuando callar. En definitiva el arte/ la virtud de saber estar, saber jugar, saber competir.
Todos alabarán de sus emblemáticos alumnos egresados su sapiencia, su garra, su espíritu de entrega y lucha, pero no bastará sólo con ello.
El fútbol, deporte de situación, donde nunca una acción es igual a otra, requiere  jugadores con casta y raza, cómo no, pero también de futbolistas pensantes,  lectores del juego que, desgraciadamente, son los menos. Los factores para saber competir no aparecen en manuales, pero créanme que si los escribieran, cambiaríamos de deporte.
Pasa a diario  con algunos futbolistas, que son verdaderos ases en los partidillos de los jueves y resulta que a la hora de dar el callo el día de la competición, desaparecen de escena.
¿Por qué ocurre esto?
Porque no es lo mismo entrenar, que jugar, que competir.
Cuando la competición los llama a la escena, a algunos les tiembla el pulso y a otros les viene el subidón.
Unos futbolistas disfrutan jugando, otros, FUTBOLISTAS, disfrutan COMPITIENDO. 

La profesión

Conozco el caso de un amigo que siguiendo los consejos de su abuelo, tíos y padres, terminó la carrera de medicina. En diez años fue Doctor, un genio.
Hoy reparte frutas y hortalizas en un camión Scania Vavis por toda Europa. De médicos y hospitales no quiere saber ni gota ¿Gota? Si llega a ver una gota de sangre se desmaya...
Conozco el caso de chicos que el fútbol no les gusta. Eso sí, su padre jugó en los infantiles del Club Deportivo Dinamita, ¿Cómo su hijo no va a ser futbolista?
¿Y su abuelo? Llegó a ser el capitán del equipo aficionado del pueblo. Esos si que jugaban al fútbol, no como los de ahora que cobran millones por ná.
Ni el médico quiere ver sangre, ni el chaval la trae en sus venas por más que se empecinen sus familiares.
Hay muchos padres que se empeñan en buscar oro donde no lo hay, con el perjuicio que eso le acarrea al chaval. Tensiones, presiones, ansiedad...
Creo que debemos guiar a nuestros hijos,  pero que ellos hagan su elección. No significa que hagan lo que quieran, pero las presiones profesionales alejadas de lo vocacional, entorpecen el crecimiento.
El joven, médico a los veinticinco años,  fíjense si no tenía tiempo de frustrarse hasta los sesenta y cinco, edad de jubilación. ¡Cuarenta años de frustración!

El sabio Almafuerte sentenció: “Nada se consigue sin esfuerzo”. Está muy bien. “Impossible is nothing”, perfecto. Pero me inclino por lo vocacional. Sólo el que disfruta de su profesión termina teniendo la mejor de las recompensas. Trabajar en lo que te gusta te hace ser, al menos, un hombre feliz.

EL DEBUT

Tranquilo, sé tu mismo. Entra al campo y hazlo igual que con tu equipo juvenil. Sí hay más público, ya lo sé, pero te van a apoyar, al menos hoy los tendrás de tu parte...
No hagas nada fuera de lo habitual, no quieras cambiar, no pretendas ser otro. Si te convocaron con el primer equipo es porque les gustas así, tal cual eres y juegas.
¿Nervios? Tu ponte nervioso si te pregunto la raíz cuadrada de nueve o por los cuadros de Velásquez, pero esto es fútbol y tu eres futbolista. Al fin y al cabo era a lo que aspirabas ¿O no?
Mira, no serás ni el primero ni el último en debutar. Tendrás cistitis, diarreas, sudores, lo anormal es que no fuera así.
Los que están en el vestuario, a los que tu ves como gigantes, no hace mucho estaban tan tensos como tu, tenían los mismos temores que tienes tu. Ellos también te van a echar un cable, no lo dudes, te necesitan tanto como tu a ellos. Te recuerdo que formas parte de un todo y que tu siendo la onceava parte eres también importante.
Cuando salgas al campo estarás en la gloria, renacerán los nervios y los temores, pero con el pitido inicial te olvidarás de todo y pronto te darás cuenta que ser futbolista es la mejor profesión del mundo.